El nuevo plan de recuperación del Parque Nacional de las Tablas de Daimiel, en el que trabajan desde hace unos meses el Gobierno central y Castilla-La Mancha, puede ser la última oportunidad para el maltrecho espacio natural. Ha habido otros intentos de revertir el deterioro de estas magníficas llanuras de inundación, vitales para muchas aves acuáticas, que no han funcionado. En 1973 se catalogó como parque nacional, pero el acuífero ha seguido vaciándose: se extrae más agua de la que recarga, debido sobre todo a la actividad agrícola. Tampoco han funcionado intentos como el ambicioso plan del Alto Guadiana, dotado en un principio con más de 4.000 millones, de los que solo se llegaron a invertir 70. La crisis de 2008 lo engulló.
La nueva iniciativa deberá acometer cambios en un modelo agrario para reducir el déficit actual de 2.000 hectómetros cúbicos que sufre el acuífero y que este vuelva a manar por los Ojos del Guadiana y a llenar el parque nacional. Con esas cifras de vaciado, “no podemos pensar que a corto plazo vamos a recuperar Las Tablas”, advirtió Samuel Moraleda, presidente de la Confederación Hidrográfica del Guadiana (CHG), la semana pasada en unas jornadas sobre el espacio natural en el Instituto de Ingenieros. Se trata ahora de llevar la misión a buen puerto y de que no se vuelvan a repetir una serie de errores que han conducido a la situación actual.
Señales de advertencia que no pararon el deterioro
El primer gran zarpazo lo permite la ley de julio de 1956 con la canalización de 182 kilómetros de cauce, que destruye 25.000 hectáreas de llanuras de inundación, para reconvertirlas a uso agrícola. Cuando se convierte en parque nacional se evita su desecación total, pero ya se había comenzado a regar con agua subterránea. Se planta trigo, cebada, maíz y avena de regadío sin ningún tipo de planificación ni control. En 1984 dejan de manar los Ojos del Guadiana, el manantial por donde aflora el acuífero de forma natural; un agua que luego forma las tablas y que se considera el nacimiento del río Guadiana. La preocupación se empieza a extender y el acuífero se declara sobreexplotado en 1987 provisionalmente y un año más tarde se autorizan trasvases del Tajo-Segura para abastecer al parque nacional. No sirve de mucho: en 1994 el agua subterránea alcanza el peor nivel de su historia y el acuífero pasa a considerarse sobreexplotado de forma permanente. Esto permite prohibir la concesión de más derechos de riego y que la Confederación Hidrográfica del Guadiana (CHG) limite las extracciones dependiendo del nivel del agua subterránea que exista cada año.
En 2009 se incendia la turba (subsuelo) del parque nacional, al entrar oxígeno por las grietas que aparecen en el terreno debido a la falta de inundación. La situación es gravísima y se envía agua del trasvase por la tubería manchega, una infraestructura todavía sin terminar para abastecer de agua potable a la población del alto Guadiana. También se abren pozos de emergencia que se siguen utilizando cuando se sospecha que se puede repetir el incendio; este año, por ejemplo.
Inversiones millonarias fallidas
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A finales de la década de los noventa del siglo pasado se puso en marcha el Programa de Compensación de Rentas, que ofrecía dinero a los agricultores por renunciar a un porcentaje del riego al que tenían derecho. Se invirtieron 250 millones de euros, y se redujo el consumo de 500 hectómetros cúbicos (hm³) a 400, pero el dinero se terminó, el plan se cerró y se volvió a regar, porque no incentivaba la reconversión agraria. “Un dineral para nada”, opina Alberto Fernández, de la ONG conservacionista WWF.
En enero de 2008 se aprueba el Plan Especial del Alto Guadiana, un instrumento muy ambicioso, que plantea reducir el regadío con la adquisición de tierras y de derechos de agua y generar un desarrollo sostenible. La inversión prevista era de 4.000 millones de euros en 20 años, “pero la crisis económica y los cambios de Gobierno se lo llevaron por delante”, explica el ingeniero de Caminos Antonio Serrrano, que formó parte del equipo que impulsó este plan. Solo se invirtieron 70 millones en la adquisición de derechos de riego por 15 hectómetros cúbicos. Pero la mayor parte de los propietarios de esas fincas no regaban, por lo que no extraían agua del acuífero y no afectaban al medio ambiente, según comprobó WWF con teledetección. La confederación hidrográfica también ha comprado derechos de riego en las inmediaciones del parque nacional.
WWF desarrolló dos proyectos en los que se asesoró a 150 regantes, obteniendo un ahorro de 3 hm³ solo por ajustar el agua de riego. Pero al cabo del tiempo, Fernández recorrió cooperativas y comunidades de regantes y todo “se había olvidado, los buenos resultados no calaron en la filosofía de la cultura manchega”.
Cambiar los cultivos por otros que requieren menos agua no es suficiente
A pesar de que se riega por goteo y de que se apuesta por cultivos leñosos como la vid (que también se riega, pero precisa menos agua), los descensos en las masas subterráneas continúan siendo los mismos que cuando se plantaban herbáceas como alfalfa o maíz, que precisan mucho más riego. En la zona, los agricultores podrían extraer 735 hm³, que es lo que tienen reconocido legalmente, pero la Confederación lo limita cada año en función del nivel del acuífero. Con 10 años de sequía continuados en la actualidad pueden sacar 200 hm³, pero, aun así, el vaciado continúa. Existen 26.862 pozos legales (22 por hectárea). Pero a estos habría que sumar los ilegales que, según cálculos de WWF, riegan 52.000 hectáreas de forma irregular. A esto se añade que hay agricultores que trucan los caudalímetros y riegan en exceso.
¿Se debe utilizar el agua del trasvase Tajo-Segura para mantener vivas a Las Tablas?
Restablecer la conexión entre las aguas subterráneas y superficiales en Las Tablas, en caso de que se consiga, será un camino de décadas. Hay personas que abogan por trasladar agua del trasvase Tajo-Segura, que está autorizado por ley para el parque nacional, como la única forma de mantenerlas vivas. Un método que rechazan asociaciones ecologistas y del que tampoco es partidario el Ministerio para la Transición Ecológica, que considera que debe ser algo excepcional. Sin embargo, la consejera de Desarrollo Sostenible de Castilla-La Mancha, Mercedes Gómez, recordó en las jornadas del Instituto de Ingenieros que en el Levante tienen la posibilidad de desalación, algo que no ocurre en su territorio. En este momento, las Tablas de Daimiel, inmersas en el décimo año de sequía, dependen de una lluvia cada vez menos predecible.
Actuar en el conjunto del sistema acuífero del Alto Guadiana
Las Tablas de Daimiel se sitúan en la zona de descarga principal de un enorme sistema acuífero, el del Alto Guadiana, que ocupa una extensión de 16.000 kilómetros cuadrados. Hasta ahora se ha tenido en cuenta para solventar el problema del espacio protegido, sobre todo, la situación de los tres acuíferos más inmediatos y mayores: Mancha Occidental I y II y Rus Valdelobos, con una superficie de 6.112 kilómetros cuadrados. Pero lo que ocurre en el resto de la cuenca influye en Las Tablas, por lo que también habría que tomar medidas más allá del entorno inmediato.
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