Euroliga jornada 30
Al inicio pareció un partidillo entre hermanos, cuando el mayor se ensaña con el pequeño para que aprenda la lección, para que no se le ocurra volver a retarle, para que le quede claro quién pone las normas. El Fenerbahçe destrozaba al Barcelona, una paliza antológica de sonrojo. Hasta que Brizuela, ya en el tercer acto, dijo basta, también hasta que el equipo comprendió que al baloncesto juegan cinco y que si no se va a una no hay tutía. La reacción llegó a tiempo pero el desgaste fue tremendo, también la gestión de emociones, pues el Barça alcanzó al epílogo sin energía, de nuevo una desconexión, otra vez la versión de garrafón. Triunfo del Fenerbahçe y otro tropiezo más de los azulgrana en una temporada que es el Dragon Kahn; victoria también de Sarunas Jasikevicius, qué hay de nuevo viejo, que se sirvió la venganza con la pelota entre las manos.
FENERBAHÇE, 88 – BARCELONA, 74
Fenerbahçe: Calathes (13), Dorsey (4), Hayes-Davis (12), Pierre (3) y Motley (9) -quinteto inicial-; Wilbekin (18), Sanli (2), Papagiannis (0), Biberovic (12), Noua (2) y Guduric (13).
Barcelona: Satoransky (9), Laprovittola (11), Kalinic (5), Parker (4) y Vesely (4) -quinteto inicial-; Rubio (8), Jokubaitis (0), Brizuela (18), Abrines (4), Hernangómez (9), Nnaji (0) y Da Silva (2).
Parciales: 23-11; 23-14; 16-32; 26-17.
Árbitros: M. Boltauzer (Eslo), J. Bissang (Fra) y L. Kardum (Cro). Sin eliminaciones
Ulker Sports Arena. Unos 11.000 espectadores.
Era la primera vez que Jasikevicius y el Barça se veían las caras después de que el club no le renovara este verano por las desavenencias económicas y deportivas, pues el entrenador quería ejercer de secretario técnico, tener algo más que voz y voto en la configuración de la plantilla. El técnico no estuvo en el duelo de ida, entonces el Fenerbahçe con Itoudis en el banquillo, relevado por Saras para que enderezara el ritmo del equipo, toda vez que vuelve a aspirar a la Final Four, capaz de ganar hace unas semanas en el WiZink al Madrid y de retorcer al Valencia desde la línea de tres, récord histórico de aciertos en la Euroliga con 24. Precisamente, el conjunto turco comenzó el encuentro como acabó el último; Dorsey se elevó y chof, diana desde el perímetro como la que le siguió de Pierre, aunque después los colegiados señalaron que había pisado la línea, que solo valía dos. Pero eso ya era mucho más de lo que podía festejar el Barcelona, que se atascaba sin remisión ante un equipo muy al gusto de Jasikevicius, eléctrico y de lo más intenso en defensa, bien ejemplificado por Calathes, un ladrón de guante blanco, el mejor en robos de la Euroliga (435), uno más que Dimitris Diamantidis, que hizo fama y fortuna en el Panathinaikos.
Pero Calathes, que no cuajó en el Barça -con Saras en el banquillo y con el que ahora parece entenderse a las mil maravillas-, es mucho más que un caco de carteras, pues reparte asistencias como nadie porque ve lo que otros no. Bajo su dirección, acompañado por la muñeca de Dorsey, Hayes-Davies y Guduric -festival de nuevo desde la periferia-, el Fenerbahçe le dio un sopapo al conjunto azulgrana, que no sabía qué hacer con la pelota entre las manos, encasquillado en el tiro, un expresivo 23-11 tras el primer acto. La gloria turca y la penalidad azulgrana, que sumó en el periodo 1 de 7 lanzamientos de tres. La historia se explicaba porque un equipo corría y el otro se dejaba el alma, porque el Fenerbahçe daba bofetadas y el Barça no pasaba de coscorrones, jugadores desmadejados de mano atrofiada, sucesión de flaquezas defensivas y errores en el tiro, un guirigay morrocotudo, un esperpento, sin puntos al contragolpe, también un juguete para los rivales por más que Brizuela asumiera el papel de rebelde. Nada que ver con lo que sucedía en el aro contrario, donde Biberovic y Wilbekin se sumaron al festival de tres, show must go on, ridículo 46-25 al entreacto.
Escocido por la imagen ofrecida, el Barça volvió a pista con más energía, rotaciones-castigos en el quinteto y Brizuela como solución, único en ver el aro grande, en retorcer la suficiencia rival. Trató también el equipo de que Hernangómez le buscara las cosquillas bajo el aro a Sanli y a Motley, de que Ricky Rubio imprimiera ritmo y diligencia en la circulación. Y con eso bastó para que el equipo volviera a coger color y confianza, también la marcha porque entraron en combustión, sobre todo con un Laprovittola que entendió la reprimenda desde el banquillo, que sumó tres triples consecutivos para cerrar el acto a solo cinco puntos, resurrección a pie de pista (62-57). El silencio de Ulker Sports Arena explicaba el desconcierto turco. Pero quedaba el capítulo final.
Resulta que los nervios le jugaron una mala pasada a Kalinic, que pidió revisión en una jugada que era antideportiva y el pabellón entró en ebullición, aliento del bueno para el Fenerbahçe, que volvió a coger el vuelo, que encontró una vez más al francotirador Wilbekin y que se hizo gigante desde la muñeca de Biberovic. Y se acabó lo que se daba, pues el Barça solo jugó un cuarto y con eso no alcanza para descomponer a los rivales europeos. Menos a un equipo dirigido por Jasikevicius, que se marchó con la sonrisa en la boca.
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