Unos 106.500 universitarios cursan en España el versátil grado en Administración y Dirección de Empresas (ADE), el equivalente a la población de Ourense o Reus, por ejemplo. Una cifra mastodóntica solo a la altura de Derecho, otra carrera que en muchas ocasiones no se elige por vocación sino por descarte de otras, por la tranquilidad que otorgan sus distintas puertas de empleo. Pero en tiempos duros en el sector de la banca ―han recortado sus plantillas en 12.914 trabajadores de 2019 a 2023 (un 6%)― y en plena transformación digital con la inteligencia artificial expandiéndose en todos los campos, los estudiantes de ADE, Económicas (24.000 matriculados), Finanzas (11.200) y Márketing (16.000) ven cómo corren el riesgo de quedarse arrinconados porque las empresas reclaman muchos graduados en ingenierías y carreras de ciencias puras. Por eso, las universidades están lanzando nuevos grados ―Empresa y Tecnología, ADE y Gestión de la Innovación, ADE e Ingeniería Informática o ADE y Ciencia de Datos― mientras viran los contenidos de las materias en los estudios tradicionales.
Las carreras del área económica ―comparten más del 60% del temario― suman 157.200 inscritos, el 11,8% del total de los estudiantes en España, por lo que su futuro laboral no es un tema menor para las universidades. El nuevo marco económico exige hacer cambios en la docencia: según una estimación de la OCDE, entre 2016 y 2030 se perderán en el país 1,6 millones de empleos que se van a sustituir por tecnología, pero a su vez se crearán otros 2,3 millones, con un saldo neto de 672.000 puestos más. Van a sobrar contables, auditores, técnicos de nóminas y analistas financieros ―muchos con un título económico―, y faltarán especialistas en internet de las cosas, ciberseguridad, inteligencia artificial y comercio electrónico.
Felipe Romera, como director del Parque Tecnológico de Andalucía, que concentra a 25.000 trabajadores en 650 empresas en Málaga, observa los cambios en el mercado y extrae conclusiones. “El conocimiento que se adquiere en las carreras tradicionales es bueno, pero la tecnología está cambiando mucho. Se están creando muchos puestos, pero se necesitan complementos relevantes. A los graduados les faltan dos atributos: el inglés y la programación”, argumenta. A su juicio, “la base debería estar desde pequeñitos [desde primaria]. Cuanto antes mejor. Un economista no puede salir de la carrera sin conocer las técnicas de la inteligencia artificial, la ciberseguridad, el blockchain… Un mínimo conocimiento para poder entender y desarrollar un trabajo”.
Romera colabora mucho con Eugenio Luque, presidente de la Conferencia Española de Decanas y Decanos de Economía y Empresa. Este recuerda un estudio de la Universidad de Málaga, la suya, que cifraba hace 15 años en el 40% el porcentaje de sus graduados en carreras relacionadas con la economía que trabajaban en banca. Ahora, admite, “la banca no contrata a nadie, ficha como los equipos de fútbol, de un banco a otro. Y luego donde antes trabajaba un economista, uno de ADE o de Finanzas, ahora entran otros titulados. Hay competencia con informáticos, matemáticos e incluso físicos”.
“Nuestros graduados están a veces subempleados, frustrados, mal pagados o está en paro”, confiesa Luque. A los cinco años de graduarse en ADE, el 55% gana más de 1.500 euros, un 58% tiene un empleo al nivel de estudios y en un 76,2% de los casos se ajusta a su área de estudio, según datos del Instituto Nacional de Estadística. Es decir, un 18% ocupa un puesto de su campo, pero para el que se requiere un título de FP o FP Superior. “Hay que hacer algo en ese marco. Y pasa por incluir contenidos nuevos y renovar los contenidos de asignaturas que ya existen: inteligencia artificial, programación, análisis de datos…”, enumera Luque.
“Los estudios de ADE tienen no tanto que reorientarse, sino adaptarse a la nueva situación. Los contenidos del grado tienen que seguir porque, al fin y al cabo, las empresas van a seguir necesitando personas que las gestionen, las administren, recursos humanos…”, sostiene Roberto Bande, decano de la facultad de la Universidad de Santiago de Compostela (tiene sede en Lugo), mucho más optimista que Luque. “Pero en materias de márketing, organización de empresas, logística o estadística, hay que añadir contenidos”, reconoce. Su intención es aprovechar que están obligados a adaptar los títulos al real decreto 8/22 sobre organización de las enseñanzas universitarias para cambiar los conocimientos y resultados de aprendizaje del grado.
“Pero al mismo tiempo, en esta revolución tecnológica, están surgiendo nuevos perfiles. Por eso hemos creado [en el curso 2020/2021] el grado en Empresa y Tecnología, que no sustituye a ADE, que también se va a seguir demandando”, prosigue Bande. Al decano le gusta decir que estos titulados “van a actuar como traductores de tres áreas: gerencia, técnica e interpretación de los datos”. Y pone un ejemplo: “Si se quiere hacer una campaña de márketing, el informático saca los números, el delegado de empresa y tecnología los digiere y elabora informes para que la parte gerencial tome decisiones y haga un plan estratégico de la empresa”.
Competencias más allá de las tecnológicas
La USC se ha inspirado en el grado de Empresa y Tecnología que antes inauguraron las universidades públicas Carlos III y Autónoma de Barcelona. Otras privadas (CUNEF, Alfonso X y Camilo José Cela) también la ofertan. Luque cree que se ofrece títulos económicos en demasiados centros, “está disparado”: “Es el primer título que implantan las privadas por su bajo coste si lo comparas con Medicina”. El decano de Málaga alerta de otras competencias más allá de las tecnológicas: “Muchas veces el puesto de un economista lo puede ocupar un licenciado en Derecho, Trabajo Social, Relaciones Laborales o Turismo. Al final el empresario que emplea no sabe muy bien qué hace cada uno”.
Bande se felicita del éxito de Empresa y Tecnología en la USC, “ya hemos cubierto con la primera matrícula”, pero sin vaciar las aulas de ADE. “Además, estamos captando gente de fuera de Galicia”. Su problema es que los alumnos, sin orientación, llegan por la vía del Bachillerato en ciencias sociales cuando resultan más útiles las matemáticas del científico. “Les viene mejor para programación, desarrollo de algoritmos, aprendizaje automático… No se hace al nivel de una escuela de ingeniería informática, pero sí que tiene cierto grado de complejidad”. Ahora trabajan en un máster “con una vertiente más técnica o empresarial, según sea el origen del alumno”, adelanta.
En Andalucía no se puede abrir un grado nuevo sin retirar otro y en Málaga entran 700 alumnos nuevos cada año en las carreras económicas. Así que Luque cree que hay que incorporar asignaturas “eminentemente aplicadas” y que en el título aparezca una mención a las optativas cursadas. Descartaron un doble grado ADE e ingeniería, porque “se incrementaba mucho el número de cursos, la demanda podía ser menos de la prevista y no justificaba el esfuerzo”.
El decano Bande cree que no hay motivos para preocuparse: “Las empresas se mueren por conseguir gente con este perfil [técnico], pero siguen necesitando el perfil comercial de ADE. Acabamos de firmar un acuerdo con una empresa que se acaba de instalar en Lugo, dedicada a la minería de datos [exploración de datos], y nos dicen que necesitan gente que sepa de empresa y de big data, pero también de ADE, porque tienen que hablar con los clientes, vender el producto, saber de técnicas comerciales. Eso nos deja muy tranquilos, garantiza la supervivencia de ambos títulos”.
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